La familia, la enfermedad y la hospitalización son
conceptos que van unidos entre sí, ya que cuando uno de ellos se ve alterado, repercute
en los demás. Para evitar que esto ocasione grandes desequilibrios en la unidad
familiar, debe existir una armonía entre los miembros.
Partiendo de esta base, cabe destacar que la
intensidad de este desequilibrio dependerá de diversos factores:
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El tratamiento que requiera dicha enfermedad.
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Lo que los padres esperan del niño con respecto a
su recuperación.
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La fuerza de la estructura familiar, relaciones
matrimoniales y relaciones con los demás hijos.
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El carácter del niño enfermo.
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La impotencia ante las implicaciones que pueda
tener la enfermedad y su impacto sobre el niño y la familia.
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El contexto familiar y el entorno.
-
La habilidad para la organización familiar
-
Las ayudas médicas, psicológicas, sociales y educativas.
1.- Shock
inicial, acompañado de un conjunto de reacciones, tales
como rebeldía, ira, enfado, incredulidad, etc.
2.- Periodo
de tristeza y desequilibrio psíquico. Aparecen sentimientos de
culpa, desesperanza y pérdida de control. Durante este periodo, los padres
pueden ver al niño como algo negativo en su propia persona.
3.- Equilibrio. Aceptación y enfrentamiento real al problema.
Es muy importante eliminar cualquier impedimento para
que el niño que acude a las consultas de pediatría, este con su familia, ya que
ésta tiene un papel fundamental y activo en su cuidado, lo cual va a favorecer
la recuperación del niño.
Por todo lo citado anteriormente, es fundamental
que la familia este apoyada por el equipo médico y juntos, trabajen para que el
niño tenga una recuperación favorable y temprana.
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